lunes, 26 de mayo de 2014

¿Qué les dijo el Papa a los obispos mexicanos?

En estos días el Santo Padre se está reuniendo con los obispos de la Conferencia Episcopal Mexicana, en ocasión de la Visita ad Limina. Al mismo tiempo los obispos aprovechan para visitar los distintos dicasterios de la Curia Romana.

Varios son los puntos y consignas que el Vicario de Cristo les propuso. Destaco a mi modo de ver, lo más importante. Durante el encuentro y antes de entregarles el discurso, el Papa Francisco evidenció que a pesar de los graves problemas que enfrenta el país, la Iglesia en México está consolidada sobre dos pilares fundamentales. Uno, la oración con el Señor y segundo, la cercanía con su pueblo.

En el texto que les entregó, el Papa recuerda que como muchos países latinoamericanos, la historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo. Destacando sin lugar a dudas la presencia viva y cercana de la Virgen de Guadalupe.

Las múltiples violencias que afligen a nuestra sociedad, particularmente a los jóvenes, constituyen un renovado llamamiento a promover este espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz. Así mismo, el Papa ha manifestado conocer los desvelos por los más necesitados, la preocupación por las víctimas del narcotráfico y los grupos sociales más vulnerables y del compromiso por la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral de la persona. Todo esto, indica el Pontífice, “es expresión de la íntima conexión que existe entre el anuncio del Evangelio y la búsqueda del bien de los demás, coopera, sin duda, a dar credibilidad a la Iglesia y relevancia a la voz de sus pastores”.

También ha querido darle su lugar a la labor insustituible de los laicos, que sacando fuerza de la Palabra de Dios, de los sacramentos y de la oración, pide que vivan la fe en el corazón de la familia, de la escuela, de la empresa, del movimiento popular, del sindicato, del partido y aún del gobierno, dando testimonio de la alegría del evangelio.

Refiriéndose a la familia indicó: “Es la célula básica de la sociedad y primer centro de evangelización, es un medio privilegiado para que el tesoro de la fe pase de padres a hijos. Los momentos de diálogo frecuentes en el seno de las familias y la oración en común permiten a los niños experimentar la fe como parte integrante de la vida diaria”. Por eso, se debe intensificar la pastoral de la familia para que enfrente a la cultura deshumanizadora de la muerte, convirtiéndose en promotora de la cultura del respeto a la vida en todas sus fases, desde su concepción hasta su ocaso natural.

Así mismo, destacó el papel e importancia de la parroquia para vivir la fe con coherencia y sin complejos en la sociedad actual. Promoviendo espacios de formación y capacitación permanente, Sin olvidar el encuentro personal con los fieles para interesarse por su situación, alentando sus trabajos pastorales y proponerles una y otra vez como modelo, de palabra y con el ejemplo a Jesucristo Sacerdote que nos invita a despojarnos de los oropeles de la mundanidad, del dinero y del poder.

Manifestó su inquietud por los que sienten el llamado de Cristo, a cuidar especialmente la promoción, selección y formación de las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada. Como expresiones de la fecundidad de la Iglesia y de su capacidad de generar discípulos y misioneros que siembren en el mundo entero la buena simiente del Reino de Dios.

Gracias, Santo Padre, como un haz de espigas todos los católicos mexicanos renovamos nuestra fe y oramos por usted y todas sus intenciones. Y como Ud. nos dijo, María no nos va a dejar solos ante tantos problemas y dolorosos…. Lo esperamos pronto en nuestra México. ¡Hablemos claro!







domingo, 18 de mayo de 2014

Ser maestro, una maravillosa profesión.

Todavía inundados de tanta alegría y regocijo por la celebración y festejo de la ordenación de 15 nuevos sacerdotes para nuestra diócesis. Seguimos los festejos en este año jubilar de nuestro seminario. Dios sigue bendiciendo a su Iglesia a manos llenas con ese testimonio de almas generosas que han sabido responder a la invitación de seguir sus huellas y configurarse con Cristo. Ésta es la esencia de su ministerio: Alter Christus, otro Cristo.

Nuestra gratitud a los papás que han sido los primeros maestros y educadores en nuestra vida cristiana. Cómo admiramos y recordamos su formación familiar. Toda una escuela de enseñanza, su mirada, su cercanía y su entrega han hecho de nosotros hombre de bien para poder trasmitir lo mucho que hemos recibido de ellos.

En la preparación al sacerdocio nuestro formadores nos han educado en abrir nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad a la gran riqueza que nos aporta la Iglesia y el mundo en que vivimos. Nos enseñan a conocer la realidad que nos rodea, en todos sus aspectos y dimensiones, sin tener miedo a los desafíos y retos que nos presenta nuestra vocación de convertirnos también en maestros de los demás. Nos motivan para aprender con humildad tanta riqueza que nos ofrecen los hombres y mujeres con quienes nos encontramos a cada paso. Cada uno de ellos revela un cúmulo de secretos, de un mundo inimaginable que lleva en su alma, en su interior. ¡Qué misterio inagotable!

Hace unos días el Papa Francisco nos decía: “La misión de la escuela es la de desarrollar el sentido de lo verdadero, el sentido de lo bueno y el sentido de lo bello. Y aprendemos que estas tres dimensiones nunca están separadas, sino siempre entrelazadas: Si una cosa es verdadera, es buena y bella; si es bella, es buena y es verdadera; y si es buena, es verdadera y es bella”. Gracias a todos nuestro maestros que gastan sus vidas en las aulas de nuestras escuelas. Ellos son los hombres y mujeres que con gran mérito profesional viven su vocación de servicio con pasión. Porque ser maestro es mucho más que una tarea u oficio, es tener la vocación de modelar la fisonomía humana, intelectual y espiritual de los alumnos. Es un guía que indica, que acompaña el paso, orienta la mirada, despierta la iniciativa, encauza con pasión y sobre todo nos hace amar la vida y nos abre a la plenitud de la vida.

Ser maestro es  mucho más que enseñar, es despertar el alma, es ser cooperador de la verdad, de lo bueno y de lo bello, como dijimos. Es saber inspirar en el pecho del alumno un ideal, es poner en marcha su voluntad sin avasallar su libertad, despertando en él la fuerza de la pasión bajo el dictado de la razón. Es hacer que el alumno sea plenamente aquello que Dios ha querido de él, es darle los medios para que camine por los senderos de la vida.


Es necesario que en nuestro México, en el que, gracias a Dios, hay miles de grandes maestros, se valore más y mejor esta maravillosa profesión. No lo olvidemos, el futuro de nuestra sociedad y de nuestras familias se gesta en nuestra aulas. Gracias maestros por su testimonio y ejemplo. Que Jesucristo el Maestro de los maestros los enseñe y eduque a ser grandes formadores como Él, con sabiduría y paciencia, sencillez y eficacia. ¡Hablemos claro!

domingo, 11 de mayo de 2014

Testimonios de la verdad

Estamos celebrando la 51ª jornada de la oración por las vocaciones con el tema escogido para la ocasión: “Las vocaciones, testimonio de la verdad”. Una oportunidad magnífica para responder a este gran desafío de la iglesia en un mundo confundido que sabe hacer leña del árbol caído por tantos escándalos y malos manejos de sus pastores.

“La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”. (Mt 9 35-38) Ésta es pues la oración que Cristo dirige a su Iglesia para incrementar el número de los llamados a seguir esta propuesta del maestro. Porque sólo los generosos saben responder a la invitación del Señor sin olvidar que este camino no deja de ser difícil pero lleno de satisfacciones. Porque sólo los que tienen un corazón sensible  a las necesidades de los demás saben descubrir y dar  esperanza. Porque sólo los valientes hemos decidido seguir las huellas del que nos llamó para hacer de este mundo una antesala del cielo.

Sí, muchos hemos sido los llamados y pocos nos hemos decidido a responder con prontitud a esta invitación. Muchos seguimos escuchando la llamada del Señor que nos interpela a seguirle para acompañarle en esta maravillosa y fecunda tierra de la Iglesia. Muchos hemos optado por este estado de vida que nos llena de tantas experiencias y satisfacciones. Porque seguir a Cristo nos trae la recompensa del ciento por uno en esta vida y en la vida eterna.

Aceptar el reto de seguir construyendo un mundo mejor requiere de ese esfuerzo por conquistar y elegir a corazones que sepan vibrar al unísono de la Iglesia y que quieran con generosidad responder a la invitación. El enemigo número uno de la llamada del Señor está en esa terrible y abominable cultura de la no renuncia a la comodidad, a lo placentero y sutil pereza que carcome la vida personal.

Nuestra oración que elevamos por cuantos han respondido también se debe reflejar en nuestra aportación monetaria para apoyar a cuantos se forman en nuestro seminario. Esa semilla ira creciendo con cariño, colaboración e interés, gracias a tu interés por poner tu granito de arena en la construcción de estos futuros sacerdotes. No seamos indiferentes y sintámonos buenos padrinos y bienhechores de estas vocaciones de la Iglesia.

15 nuevos diáconos serán ordenados sacerdotes este 13 de mayo. Qué bendición para nuestra diócesis. Ellos necesitan de nuestra oración, de nuestro presencia y de nuestra ayuda que no es indiferente a sus necesidades. El sacerdote siempre es un testimonio de la verdad y camina en este mundo para iluminar y dar consuelo a tantas familias ansiosas del amor de Dios. No apaguemos ese fuego que quiere extenderse para consumir la mentira, el odio y la falsedad que reina en cada rincón de nuestro mundo.

Ser sacerdote de Cristo, no solo vale la pena, vale la vida misma para ir contra corriente y ser testigo de la Resurrección de Cristo. Que María Santísima, Reina y maestra de las vocaciones  siga cuidando, velando y protegiendo  a todos los llamados a esta excelsa y apasionante vocación. ¡Hablemos claro!





sábado, 3 de mayo de 2014

¡Con este signo vencerás!

Cuenta el historiador Eusebio de Cesarea que el general Constantino, hijo de Santa Elena, era pagano pero respetaba a los cristianos. Se dirigió a Roma para presentar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio que aspiraba al gobierno del imperio romano y cuyo ejército era superior. En la noche anterior a la batalla del año 311, sintió que necesitaba una ayuda extraordinaria y pidió al dios de los cristianos este auxilio y su oración fue atendida. Esa tarde, hacia la puesta del sol, apareció en el cielo y a la vista de todo el ejército, una cruz luminosa con la inscripción “In hoc signo vinces” (con este signo vencerás). La victoria fue total y Constantino llegó a ser emperador y decretó la libertad para los cristianos que por tres siglos fueron perseguidos por los gobernantes paganos.
En México es el día de la fiesta tradicional de los trabajadores de la construcción. Los albañiles acostumbran a colocar, en lo alto de la fachada de la obra, una cruz de madera adornada con flores y papel de china, previamente bendecida por un sacerdote.
Por lo general, todos tenemos siempre en nuestras casas la Santa Cruz. Un crucifijo que nos recuerde lo mucho que Cristo sufrió por salvarnos. Ojalá que siempre que salgamos de casa o lleguemos a nuestro hogar, nos dirijamos a la cruz para venerarla con un beso lleno de profundo respeto, amor y gratitud. Que al iniciar nuestro día o al final de nuestro jornada cuando nos retiramos a descansar hagamos la señal de la cruz, bien hecha, despacio y pronunciando los tres Santísimos nombres del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto nos trae bendiciones y muchos favores celestiales, aleja al demonio y nos libra de muchos males y peligros.
En nuestra vida familiar, en la vida matrimonial, en la vida personal, cada uno llevamos nuestra cruz. Es parte esencial de nuestra vocación cristiana. Pero debemos llevarla con dignidad, no pidiendo a Dios que nos la quite, más bien que nos dé la fortaleza y generosidad para llevarla con garbo, alegría y entereza. A veces podemos caer en la tentación de ver que la cruz del vecino es más ligera que la nuestra, pero no es así. Cada uno necesita la cruz que Dios ha pensado, por eso viniendo de Él sepamos aceptarla y cargarla como fuente de fecundidad y santidad personal.
Para ser de verdad discípulos de Cristo, es necesario tomarnos en serio el compromiso de no huir de la cruz, del sacrificio que implica el seguir a Cristo. Él es exigente, así nos lo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”. (Lc. 9, 23)

Los invito a saber recitar la oración con el respeto y devoción  que ella se merece: “Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. Así pues caminemos en presencia de Cristo, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. ¡Hablemos Claro!