domingo, 14 de septiembre de 2014

Los tiempos de Dios son perfectos…

Por lo general siempre nos encontramos a hombres y mujeres que en el mar de su vida van dejado una estela de gran ejemplo y testimonio que edifican nuestra vida cuando sabemos apreciar el talento que Dios ha sembrado en sus corazones.

El futbolista mexicano Javier Hernández, el Chicharito, ha acaparado las redes sociales tras convertirse en una de las sensaciones del fútbol inglés, donde en diciembre del 2012 fue elegido el mejor jugador de la “Premier League”, hace unos días acaba de ser cedido por una temporada al Real Madrid.

No voy a entrar en discusión si es o no es titular en cada partido de su club inglés y si lo será en su nueva plantilla del Real Madrid. Su fútbol y sus goles han impresionado a los ingleses y sin jugar ya ha cautivado a toda España. El secreto está en su profunda fe y humildad de este joven de 26 años que ya es una ejemplo para muchos jóvenes.

A pesar de su fama, del prestigio y el dinero, Chicharito no ha perdido el norte y tiene muy claro de dónde viene y a dónde va. Nunca ha ocultado su ferviente fe católica, más aún, sorprende la cantidad de veces que habla de Dios. Personalmente me ha edificado mucho como sacerdote que en cada una de las entrevistas y apariciones públicas le da gracias a Dios por lo que tiene y por la oportunidad de jugar.

Todos lo hemos visto antes de cada partido arrodillarse, cerrar los ojos y abrir los brazos para orar y agradecer a Dios esta nueva oportunidad que le da para jugar, pedirle su protección para que se haga su voluntad. Lo ha recibido de su familia y le nace naturalmente rezar y hablar con Dios. Es orgulloso de ser católico y creyente y hace gala cuando se le pregunta abiertamente y nunca duda, porque lo tiene claro.”Soy católico, no me da pena decirlo”. En su casa ha sabido recibir estos valores católicos

Su abuela llegó a decirle en un momento de turbulencia y desánimo: “No llores mi hijito, éste no era tu tiempo. Los tiempos de Dios son perfectos y te tiene algo muy hermoso…” De ahí que el Chicharito ha afirmado que la clave del éxito es Dios, la familia y la perseverancia.

Nunca se ha sentido como un jugador conformista y comenta que ahora va a entregar el alma por su nueva camiseta del club merengue. Además relata que se considera una persona realizando sus sueños, luchando por lo que siempre soñó desde chico, haciendo lo que siempre quiso… pero no va haber profesión, ni trabajo, ni logros, ni dinero que lo hagan sentir más o menos que los demás. “Siempre estaré muy agradecido con mi familia y también con Dios, por haberme inculcado esto”.

Él como muchos de nosotros, experimentamos el desaliento, la incertidumbre y la desesperación cuando no salen las cosas, cuando no nos va como deseamos, y es cuando aprendemos que la vida es más que tu profesión y tus intereses, a no ver el vaso medio vacío sino medio lleno, a vivir con más optimismo y entusiasmo para disfrutar todo lo que Dios nos va concediendo día a día, porque sus planes y sus proyectos son mucho mejor que los nuestros. Las dificultades nos deben acercar más a Dios.


Así es como disfrutamos la vida. El secreto está en apegarnos a Él y confiar plenamente en Él para creer más y amarlo más. No lo olvidemos: “Los tiempos de Dios son perfectos y algo hermoso nos tiene preparado”. ¡Hablemos claro!

lunes, 8 de septiembre de 2014

Tiempo de retos….

A lo largo de varias semanas nos hemos encontrado por todos lados diversas modas que nos salpican con toda una mercadotecnia pegajosa que nos hace vivir una experiencia diferente para entregarnos a una causa noble: el cubetazo del Ice Bucket Challenge, el reto de rezar por Irak, el reto de saber agradecer a Dios todo lo que recibimos, el reto de tomarse una cerveza fría sin parar, el reto de donar para una causa noble, el reto de no fumar, el reto de hacer sufrir a los animales, el reto de hacer bullying, el reto de llevar una despensa a los pobres… y un largo etc. Unido a todo esto se ha hecho viral todas estas campañas que tapizan las redes sociales haciendo que cientos de celebridades, famosos y hombres de a pie nos muestren su capacidad de desafío que tienen ante la sociedad.

Me ha hecho pensar y ver hasta qué punto nosotros sabemos sobreponernos al reto de vivir nuestra identidad cristiana. Se trata ni más ni menos que vivir y tener el Espíritu de Cristo y no el espíritu del mundo. Un trabajo de todos los días que debemos renovar y emprender para no dejarnos seducir de la lógica mundana que nos empuja al éxito avasallador lleno de egoísmo para sentirnos superiores de los demás,  al dominio prepotente sobre los demás, al dinero que envilece y nos hace avaros y materialistas.

Mientras que la lógica que viene de Dios nos empuja a ser humildes, a reconocer nuestra condición, a tener los pies sobre la tierra, a preguntarnos: ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido? (1Cort 4,7). La humildad nos lleva al servicio desinteresado por ser finos para saber atender las necesidad que nos reclaman los pobres e indigentes, los necesitados. Esta lógica está destinada a servir, a no cansarnos de estar siempre atentos por compartir y dar amor.

En el evangelio constatamos que algunos se escandalizaban del estilo de Cristo, de su identidad y de su libertad porque hablaba con autoridad. Su palabra no era de un predicador común porque su autoridad le venía de la unción del Espíritu Santo.

En cambio el hombre abandonado a sus fuerzas no comprende las cosas del Espíritu de Dios: el hombre solo, no puede entender esto. Por eso nosotros, los cristianos si no entendemos bien las cosas del Espíritu, no damos ni ofrecemos testimonio y por consiguiente no tenemos identidad.

Nuestra identidad cristiana radica en tener los sentimientos de Cristo y el Espíritu de Cristo. Pensar como Cristo, sentir como Cristo, hablar como Cristo. A esto se le llama ser coherente y autentico con nuestra identidad cristiana. Saber quién soy, a dónde voy, qué quiero en mi vida y qué busco.

Es muy importante que nos pongamos el termómetro del amor, el termómetro que nos ayudará a ver la temperatura de nuestra vida diaria para ver si tenemos la temperatura  del amor de Dios. San Agustín nos dirá. “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor”.


Sin olvidar que lo que nos hace verdaderos seguidores de Jesús es intentar vivir el evangelio con toda su radicalidad. Estamos llamados a ser santos para abrirnos a la plenitud del amor de Dios y entregarnos a su voluntad. A dejar del lado nuestra miserable y mediocre vida de caprichos y egoísmos y optar por lo que vale la vida. Saber escuchar a Dios, recibir a Dios y trasmitir a Dios. Acepta el riesgo de vivir tu identidad cristiana sin tapujos y egoísmos. ¡Hablemos claro!