domingo, 19 de enero de 2014

¿Es que Cristo está dividido?

Iniciamos ayer la semana de la oración por la unidad de los cristianos, del 18 al 25 de enero, terminando con la fiesta de la conversión de San Pablo. Esta semana de oración reúne a innumerables congregaciones, parroquias y cristianos de diferentes familias confesionales de todo el mundo para orar juntos en celebraciones ecuménicas especiales.

Cada año un grupo de asociados de una región prepara un texto sobre el tema bíblico. Luego un grupo internacional de participantes: protestantes, ortodoxos y católicos, asistidos por el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión Fe y Constitución de Consejos Mundial de las Iglesias, edita el texto. El tema que guía este año la Semana de Oración está tomada de la carta de San Pablo a los Corintios: “¿Es que Cristo está dividido? (1 Corintios 1, 1-17)

San Pablo dirige estas duras palabras a los habitantes de Corinto, pidiendo que haya concordia, que destierren cuanto significa a división y recuperen la armonía, pensando y sintiendo lo mismo. No se puede invocar el nombre de Cristo para levantar muros a nuestro alrededor, porque su nombre crea comunión y unidad, no división.

Cada uno de nosotros que hemos sido bautizados en la comunión con la Iglesia, necesitamos ser conscientes que es la fe en Cristo, la que nos identifica y la que nos une, y ante esta realidad ofrece el valor del Evangelio, a pesar de las diferencias que pudiese suscitar en nuestro mundo y en nuestra cultura, la diferencia de credo y de culto.

No olvidemos que la unidad es un don y es necesario tener gestos concretos para curar heridas y mejorar relaciones. Además es un presupuesto para poder anunciar de manera creíble la fe a quien no conoce a Cristo, y a quien habiendo recibido el precioso don del evangelio lo ha olvidado. Vivimos en una sociedad que muchas veces se olvida del evangelio y tiene necesidad de un ejemplo, una comunión entre los cristianos que supere las divisiones.

La iglesia no ha quitado el dedo del renglón. A la luz del camino de estas décadas y de tantos ejemplos de comunión fraterna entre protestantes, ortodoxos, judíos y católicos, continúa impulsando un nuevo camino de diálogo y comunión, haciendo frente también a las cuestiones fundamentales e igualmente a las divergencias que surgen en el ámbito antropológico, religioso y ético.

Que a lo largo de esta semana incrementemos nuestra oración fiel y constante en nuestras comunidades para sostener el diálogo teológico, la renovación de la vida y la conversión de los corazones para que, con la ayuda de Dios uno y trino, podamos caminar hacia el cumplimiento del deseo de Jesucristo, que todos seamos uno. ¡Hablemos claro!




domingo, 12 de enero de 2014

¡Qué maravilla es nuestro Bautismo!

En estos días, concretamente el pasado miércoles 8, el Papa Francisco comenzó una serie de catequesis sobre los sacramentos, y la primera estuvo dedicada al Bautismo. Hoy precisamente celebramos la fiesta del Bautismo del Señor y cerramos este hermoso tiempo litúrgico de la navidad para iniciar el tiempo ordinario.

El Bautismo es el sacramento sobre el que se sustenta nuestra propia fe y nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia. Junto a los sacramentos de la Eucaristía y de la Confirmación forma la llamada “Iniciación Cristiana”.

Muchos de nosotros no tenemos el más mínimo recuerdo de la celebración de ese sacramento, y es obvio, porque muchos fuimos bautizados poco después de nuestro nacimiento. Como experiencia personal, cada vez que me corresponde presidir los bautismos en mi parroquia, invito a los presentes a revivir ese maravilloso momento, es un pedazo de cielo que Dios nos concede. Los diversos signos y gestos del rito tienen su razón de ser y marcan el comienzo de nuestro caminar en la Iglesia, recibimos las virtudes teologales que a lo largo de nuestro peregrinar debemos alimentar cada día con la oración, el contacto activo, profundo y sincero de la Palabra de Dios y la coherencia de nuestra vida diaria.

A menudo he escuchado: “Qué poca fe tengo. Estoy perdiendo la fe. Mi fe es muy débil, etc…” Quiere decir que la fe no es una prioridad en nuestra vida y por consiguiente no nos exigimos el buscar a Dios y pedirle a diario que nos la aumente para hacerla efectiva en los acontecimientos de nuestra vida. Este regalo de Dios debemos cuidarlo y cultivarlo como la perla y el tesoro más preciado que Él nos ha bridado con el don de la vida.

El Santo Padre decía: “Debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro Bautismo todos los días, como una realidad actual en nuestra existencia. Si conseguimos seguir a Jesús y a permanecer en la Iglesia, a pesar de nuestras limitaciones, nuestras fragilidades y nuestros pecados es precisamente por el Sacramento en el que nos hemos convertido en nuevas criaturas y hemos sido revestidos de Cristo. Es en virtud del Bautismo, en efecto, que, liberados del pecado original, estamos injertados en la relación de Jesús con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva. La esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Y a esta esperanza nada y nadie la puede apagar, porque la esperanza no defrauda”.

Gracias al Bautismo somos capaces de perdonar y de amar también a quien nos ofende y nos hace mal; logramos reconocer en los últimos y en los pobres el rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. El Bautismo, nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los que sufren, en el prójimo, el rostro de Jesús. Esto es gracias a la fuerza del Bautismo.


Así pues, es importante conocer la fecha de nuestro bautismo, quien no la conoce corre el riesgo de perder la conciencia de lo que el Señor ha hecho con el don que hemos recibido y quedará como un evento del pasado. Se los pongo fácil, así como sabemos la fecha de nuestro nacimiento, también sepamos la fecha de nuestro bautismo, que es un día de fiesta. ¡Hablemos claro!

domingo, 5 de enero de 2014

¡Sigamos la estrella de Belén!

Un nuevo año se ha abierto ante nuestros ojos, muchos deseos, anhelos e inquietudes resuenan por todos lados como fruto de una verdadera amistad de años. Familias, amigos, paisanos y coetáneos expresan sus sentimientos en estos días. Tan real como hoy seguimos la estrella de Jesús, hecho Niño en Belén. Es Él quien da sentido a  nuestras vidas de cada día, un nuevo año con muchas sorpresas, inquietudes y zozobras nos espera. Pero aquellos Magos de oriente buscaban a Dios en el sagrario de su conciencia, y allí se encontraron con la Verdad que cambió el rumbo de sus vidas (Mt. 2, 12b)
Ofrecieron sus dones, el oro propio de los reyes, Jesús, Rey de Reyes y Señor de Señores. Rey de la vida y del corazón, de la historia y del universo, del tiempo presente y del tiempo final. El que es, el que era y el que va a venir. El incienso propio de la divinidad que ofrece su aroma y eleva nuestra oración. La mirra, propia de la condición mortal. Con ella se unge los cuerpos para la sepultura, y era un signo de la pasión redentora que nos salvaría por Jesús.
Que este año que iniciamos nuestra amistad continúe eterna y tenga siempre un lugar especial en nuestro corazón. Que las lágrimas sean pocas, y compartidas. Que las alegrías estén siempre presentes y sean festejadas y recordadas por quienes están a tu alrededor. Que Dios esté siempre con su mano extendida y te sostenga señalándote el camino correcto. Que los sentimientos como la envidia o el desamor, sean eliminados de nuestra vida. Que la verdad siempre esté por encima de todo. Que el perdón y la comprensión, superen las amarguras y las dificultades. Que todo los sueños se transformen en realidad, pero sobre todo que el amor al prójimo sea nuestra meta absoluta. Que el cariño por nuestros seres queridos deje una huella imborrable en tu vida y en tu corazón.

Qué fácil es quejarnos de lo que nos incomoda o molesta. Y lo que es peor se trasforma en una epidemia que opaca nuestro entusiasmo  y entorpece nuestro caminar. Sigamos la estrella y tengamos la convicción profunda que ella guiará nuestros pasos en la medida en que confiamos y nos apoyamos en lo que nos ofrece la iglesia, la familia y nuestro comunidad parroquial.
Que sea un año hermoso para aportar el oro de la propia vida al servicio de los demás. El incienso de nuestra vida de gracia corroborada por una intensa vida de sacramentos sin desfallecer en la oración diaria. Y la mirra para sentirnos ciudadanos del cielo sin apegarnos al mundo, al demonio o a la carne de nuestras pasiones.

Que nuestra próxima jornada esté llena de caminos por recorrer y de metas por alcanzar, para atesorar los recuerdos gratos que la vida nos regala. ¡Hablemos claro!