Iniciamos ayer la semana de la oración por la
unidad de los cristianos, del 18 al 25 de enero, terminando con la fiesta de la
conversión de San Pablo. Esta semana de oración reúne a innumerables
congregaciones, parroquias y cristianos de diferentes familias confesionales de
todo el mundo para orar juntos en celebraciones ecuménicas especiales.
Cada año un grupo de asociados de una región
prepara un texto sobre el tema bíblico. Luego un grupo internacional de participantes:
protestantes, ortodoxos y católicos, asistidos por el Consejo Pontificio para
la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión Fe y Constitución de
Consejos Mundial de las Iglesias, edita el texto. El tema que guía este año la
Semana de Oración está tomada de la carta de San Pablo a los Corintios: “¿Es
que Cristo está dividido? (1 Corintios 1, 1-17)
San Pablo dirige estas duras palabras a los
habitantes de Corinto, pidiendo que haya concordia, que destierren cuanto
significa a división y recuperen la armonía, pensando y sintiendo lo mismo. No
se puede invocar el nombre de Cristo para levantar muros a nuestro alrededor,
porque su nombre crea comunión y unidad, no división.
Cada uno de nosotros que hemos sido bautizados en
la comunión con la Iglesia, necesitamos ser conscientes que es la fe en Cristo,
la que nos identifica y la que nos une, y ante esta realidad ofrece el valor
del Evangelio, a pesar de las diferencias que pudiese suscitar en nuestro mundo
y en nuestra cultura, la diferencia de credo y de culto.
No olvidemos que la unidad es un don y es
necesario tener gestos concretos para curar heridas y mejorar relaciones.
Además es un presupuesto para poder anunciar de manera creíble la fe a quien no
conoce a Cristo, y a quien habiendo recibido el precioso don del evangelio lo
ha olvidado. Vivimos en una sociedad que muchas veces se olvida del evangelio y
tiene necesidad de un ejemplo, una comunión entre los cristianos que supere las
divisiones.
La iglesia no ha quitado el dedo del renglón. A la
luz del camino de estas décadas y de tantos ejemplos de comunión fraterna entre
protestantes, ortodoxos, judíos y católicos, continúa impulsando un nuevo
camino de diálogo y comunión, haciendo frente también a las cuestiones
fundamentales e igualmente a las divergencias que surgen en el ámbito
antropológico, religioso y ético.
Que a lo largo de esta semana incrementemos nuestra
oración fiel y constante en nuestras comunidades para sostener el diálogo
teológico, la renovación de la vida y la conversión de los corazones para que,
con la ayuda de Dios uno y trino, podamos caminar hacia el cumplimiento del
deseo de Jesucristo, que todos seamos uno. ¡Hablemos claro!