miércoles, 13 de febrero de 2013

La Cuaresma, un deporte de alto riesgo.


Dentro del asombro que nos ha causado la renuncia del Santo Padre, Benedicto XVI. Hoy iniciamos este maravilloso tiempo de conversión. Siempre me ha parecido interesante este tiempo comparándolo a practicar un deporte de alto riesgo, sabemos que todo éxito o logro en nuestra vida y que valga la pena requiere de un esfuerzo grande. Me viene a la mente cuando San Pablo se dirigía a los corintios, usaba figuras del mundo de los deportes para explicar que la vida espiritual requiere de lucha y esfuerzo continuos. Él sabía que los griegos entenderían estas figuras, pues fueron los anfitriones de las primeras Olimpiadas. 

Ejercitémonos levantando la pesas durante la Cuaresma

"¿No han aprendido nada en el estadio? Muchos corren, pero uno solo gana el premio. Corran, pues, de manera que lo consigan, como los atletas que se imponen un régimen muy estricto. Solamente que ellos lo hacen por una corona de laureles que se marchita, mientras que nosotros, por una corona que no se marchita. Así, pues, corro yo, sabiendo a dónde voy. Doy golpes, pero no en el vacío. Castigo mi cuerpo y lo someto, no sea que, después de predicar a los otros, venga a ser eliminado" (1Cor 9,24-27)



No me cabe duda que la meta de todo cristiano es la vida eterna. El logro de esta meta demanda un esfuerzo diario intenso. La época litúrgica de la Cuaresma nos provee de un campo especial en el que el esfuerzo diario se intensifica. Cuando nos exigimos aún más y levantamos las pesas de obstáculos durante la Cuaresma, avanzamos en la vida espiritual. Nuestros esfuerzos personales, combinados con la gracia de Dios, nos brindarán un mayor nivel de mejoramiento propio e intimidad con Dios.

Sabemos que la vida espiritual no es un esfuerzo fácil, para lograr el progreso en la virtud, porque nuestra naturaleza caída y lastimada siempre nos lo impide, pero no es un imposible. Ciertamente, el bautismo lava el pecado original, pero no tenemos absoluto control sobre nosotros mismos. San Pablo describe de manera brillante esta batalla continua. El representa esta batalla como una lucha interna (Rom 7,14-25), un tesoro en vasija de barro (2 Cor 4,7-18), y un aguijón en la carne (2 Cor 12, 7-10).

Por causa del pecado original, una fuerza interna siempre nos empujará a la dirección errónea. El esfuerzo continuo es necesario para controlar el movimiento interno de nuestro ego, y permitir que la presencia de la gracia tome control de nuestros pensamientos, deseos y acciones. La batalla de la vida espiritual es como caminar en un río, contra la corriente. Si no continuamos caminando o nos aferramos a una roca, la corriente nos arrastrará en la dirección opuesta. La Cuaresma nos brinda una oportunidad excelente para fortalecernos, para poder seguir caminando en contra de la corriente.

"En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, tiene lugar una lucha de tendencias entre el espíritu y la carne. Pero, en realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y al mismo tiempo una confirmación. Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual (Catecismo de la Iglesia Católica 516).


Hay que ir contra el espíritu de lo fácil: Niégate a ti mismo

Si la vida espiritual es una lucha continua debido al pecado original, las circunstancias de nuestra cultura actual hacen esta lucha incluso más difícil. Todos hemos crecido en una cultura que nada niega. Todo lo queremos fácil y rápido. La disciplina, el auto-control y la virtud son vistas como represión. Los íconos de la cultura moderna saben exactamente qué botones oprimir. Nuestro mundo decadente resulta atractivo para la caída naturaleza humana. No digamos si se trata de sensualidad y pereza. Es fácil sucumbir ante cualquiera de los pecados mortales.

Una Cuaresma exitosa requiere que desarrollemos un plan de acción serio. Nuestro plan debería incluir tanto las prácticas generales que la Iglesia Católica requiere de todos, y nuestro propio calendario de propósitos para la Cuaresma.

Como práctica general para todos los Católicos, la Iglesia requiere que ayunemos el Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. También se nos pide abstenernos de comer carne el Miércoles de Ceniza y todos los viernes de Cuaresma.

Aparte de lo que la ley de la Iglesia requiere de nosotros respecto al ayuno y abstinencia, debemos crear un programa personal de crecimiento espiritual. Oración, penitencia y limosna. Tres oportunidades de practicar cada día de este tiempo. No nos hagamos sordos a este interés que nos invita la Iglesia. Sin olvidar ese sacrificio serio y exigente que requiere este deporte. Ésta es una oportunidad para nuestro auto-control que practicamos dejando un placer legítimo, fortalece nuestra voluntad y frena las inclinaciones de nuestras pasiones. La lista es interminable.

También podemos ofrecer algo positivo, como ir a misa diaria, visitar a los enfermos, servir de voluntario en la parroquia, rezar el rosario cada día, la práctica del viacrucis para acompañar a Cristo, y todo lo que pueda ayudar para progresar en nuestra relación con Dios.

El Auto-Dominio es entrenamiento para la libertad.

Las prácticas cuaresmales de penitencia son de gran beneficio para nuestra vida espiritual. Una Cuaresma seria será como una limpieza que purificará el desorden acumulado en nuestra alma. Un compromiso serio hacia la penitencia también nos ayudará a conquistar las adicciones, obsesiones y comportamientos compulsivos. Una Cuaresma seria purificará nuestra alma y nos permitirá experimentar una libertad interior más profunda.

Aunque la vida espiritual exige esfuerzo intenso, Un régimen disciplinado de oración diaria, la lectura de la Escritura y la vida sacramental desarrollan esos canales de gracia a través de los que el Espíritu Santo nos da la habilidad de controlarnos a nosotros mismos y conquistar nuestras tendencias básicas una buena confesión sacramental será el mejor antídoto para no desfallecer en este deporte y mantener nuestra vida espiritual en sana tensión para acrecentar nuestro amor a Cristo. No lo olvidemos: en resumen se trata convertir nuestro corazón a Dios y para todos mis jóvenes: ARREPIÉNTETE y cree en el evangelio!!!