Hoy concluye la magna peregrinación de nuestra
diócesis de Querétaro a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe con tres
celebraciones eucarísticas para los ciclistas, las mujeres y los varones.
A lo largo de 11 días han caminado las mujeres, 10
días los varones y 4 días pedaleando los ciclistas. Muchos aventureros son
amigos, abuelos, papás, hermanos, sobrinos, tíos o simplemente familias enteras
de larga tradición que han impulsado sus antepasados, otros por devoción y aprovechando
sus vacaciones para llegar a los pies de la Morenita del Tepeyac y renovar su
fe, cumplir con sus promesas y juramentos de años. Todos llegan ahí sí,
cansados, exhaustos, enfermos y con ampollas…. su esfuerzo y sacrifico ha
valido la pena, no pueden esconder la alegría y el entusiasmo de manifestar con
su testimonio que en un pequeño rinconcito de nuestro patria todavía existe el
coraje de sentirse hermanos y hermanas guadalupano@s.
Cada día se fueron acercando de muchos lugares de
nuestro estado: de la sierra, de los ejidos, de rancherías, pueblos y
comunidades parroquiales, todos alentados por sus celosos párrocos que impulsan
la misión y evangelización de nuestra Iglesia.
Cuando me dirigía a confesar durante la semana,
platicaba con un colega sacerdote y le decía: cada vez me asombro, como México
no hay dos, esta hermosa tradición popular y de muchos años, es un verdadero baño
de fe que te limpia y purifica para comprometerte más en tu vida cristiana, y
no digamos más en nuestra vida sacerdotal. Es admirable ver y presenciar la
alegría inigualable que trasmiten las hermanas y los hermanos de nuestra
diócesis. Cada uno lleva en el fondo de su corazón sus dolores, sus miserias y sufrimientos
del alma, que intentan purificar acercándose a los sacramentos de la
reconciliación y eucaristía.
Sin lugar a dudas, los verdaderos beneficiados son
los valientes hombres y mujeres que han caminado y orado a lo largo de estos
kilómetros, desafiando las inclemencias del tiempo, del cansancio, de la sed y
el calor.
Mi sincero reconocimiento a todas las comunidades
que han sido verdaderos samaritanos de los peregrinos. Su cariño, su
hospitalidad, su servicio generoso y oculto por prodigar y hacer más llevadero
su caminar. Dios bendiga sus finuras y detalles con muchas bendiciones.
Nuestra gratitud a todos los seminaristas que con
su testimonio siempre fresco impartieron la catequesis en los diferentes grupos
mostrando esa bella y cautivadora imagen de la Iglesia y suscitando con su
predicación verdaderas conversiones y cambios en el corazón de cada peregrino.
Hoy regresan todos a sus hogares para compartir
las experiencias y vivencias que han recibido en estos días. Acojan con amor el
mensaje que Cristo les lanza. Deben seguir contagiando y salpicando a sus
familias de la frescura de haber hecho este verdadero baño en la fe para poder
irradiar el buen olor de Cristo. Que todos los que admiran su intrepidez en la
fe se vean igualmente comprometidos en hacer el próximo año este experiencia.
Que la Sma. Virgen sea y siga siendo la compañera
de nuestro peregrinar por la vida, sumergidos en la intimidad como Ella para
descubrir el maravilloso plan que Dios ha trazado en nuestras vidas. No dejemos
que el enemigo de nuestras almas
nos robe todos esos buenos propósitos, compromisos, buenos deseos e intenciones
que Ella ha dejado como muestra y huella de su amor: “No estoy yo aquí que soy
tu Madre”. ¡Hablemos claro!