domingo, 12 de abril de 2015

Domingo del Señor de la Divina Misericordia.

Después de haber celebrado el domingo de la Resurrección, la Iglesia nos propone la celebración del Domingo del Señor de la Misericordia. Fue a sor Faustina Kowalska (1905-1938) monja polaca de la Congregación de las Hermanas de la Bienaventurada Madre de Dios de la Divina Misericordia a quien Jesús le reveló la devoción a su Misericordia Divina.

Es por todos conocido las obras de misericordia que día a día podemos practicar. 

Las obras corporales son: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, visitar y ayudar al enfermo, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo, enterrar a los muertos.

Las obras espirituales son: Enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar la injuria, consolar al triste, soportar con paciencia las molestias del prójimo, rogar por los vivos y los muertos.

Es un magnífico programa de vida y compromiso. Muchas veces queremos hacer cosas espectaculares y la Iglesia nos ofrece lo sencillo, lo accesible a nuestras posibilidades, lo ordinario. No nos quebremos la cabeza en hacer grandes propósitos y compromisos en nuestra vida, vayamos a lo fundamental, a practicar y ser misericordiosos como nos invita hoy y siempre el Señor.

En su diario sor Faustina escribía la exigencia es el amor misericordioso con el prójimo. "Quiero de ti obras de misericordia, que dimanen del amor que me des. Debes ser misericordioso(a) con los demás siempre y en todas partes, no puedes eximirte, no puedes excusarte y ni siquiera presentar justificaciones." "Si un alma, bajo cualquier forma, no cumple las obras de Misericordia, no obtendrá la Mía en el día del juicio... Te propongo tres modos para ejercitar mi Misericordia con el prójimo: 
1.- Intervenir con la acción en favor de los demás. 
2.- Usar la palabra cuando falta la posibilidad de actuar. 
3.- El tercer modo, sustituye a los otros dos y los incluye: es la oración que beneficia al prójimo cuando no hay otra posibilidad. 
Esta es toda la Misericordia que podéis ejercitar y es la prueba de que me amáis. En esto, así mismo, está la gloria y el culto que debéis a mi Misericordia. (Diario 742)

El origen de la imagen se vincula con la visión que sor Faustina tuvo en Plock,  el 22 de febrero de 1931 y durante la cual Cristo le expresó su voluntad de que pintara tal imagen y pusiera abajo la siguiente inscripción: Jesús en vos confío. La imagen presenta a Cristo resucitado con las señales de la crucifixión en las manos y en los pies. Del corazón traspasado (invisible en la imagen) salen dos rayos: rojo y pálido. El mismo Jesús explicó: El rayo pálido simboliza el agua que justifica las almas, el rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas.  Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi corazón agonizante fue abierto en la cruz por una lanza (Diario 299) Estos rayos representan pues los sacramentos y todos los dones del Espíritu Santo cuyo símbolo bíblico es el agua. 

Aprovechemos esta oportunidad de oro para darnos cuenta del valor salvífico de esta hermosa devoción. Creo que todos anhelamos ir al cielo, éste es un medio. Recemos el rosario de la coronilla de la misericordia: "Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero". Que este tiempo pascual nos inunde de la alegría  y del gozo que nos ofrece la gran misericordia de Dios. Hablemos claro!

lunes, 6 de abril de 2015

¡Felices Pascuas de Resurrección!

¡Aleluya! Hoy domingo de Resurrección, celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado. Después de estos días santos en que toda la Iglesia ha conmemorado la Pasión y Muerte de Jesucristo, hemos esperado con gran asombro la Resurrección de Cristo.

“No está aquí, ha resucitado”, estas son las palabras que el evangelista Marcos nos describe. Nuestra esperanza no desfallece, al contrario se fortalece y se refuerza nuestra profunda convicción. Cristo ha resucitado para transformar, iluminar y convertir nuestras tristezas en alegría, nuestros miedos en seguridades, nuestro odios, rencores y egoísmos en servicio y caridad por los demás. Esta es la gran realidad de nuestras miserables vidas, resucitar con Él para darle sentido a todo lo que día con día experimentamos, sentimos y vivimos en la vida familiar, en la vida del trabajo, de la escuela, de la calle, del descanso…

Como bautizados estamos llamados a tener  rostros de resucitados, porque Cristo ha vencido las cadenas del pecado y de la muerte para transmitirnos una nueva vida. Dejemos a un lado ese hombre viejo de nuestras pasiones que tanto paralizan la vida cristiana y convirtámonos en testigos vivos de la Resurrección.

Durante todo este tiempo nos saludaremos diciendo: ¡Felices Pascuas de Resurrección! Ésta es la culminación del evangelio, es la Buena Noticia: Cristo, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: Si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, sin fuerza e ilusión, pues aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo.

No podemos quedarnos indiferentes, debemos caminar por todos lados y testimoniar que somos verdaderos mensajeros de esta noticia. Aprendamos del singular ejemplo de las mujeres que se acercaron al sepulcro y advertidas por el ángel corrieron a comunicar la gran alegría.


Que la Sma. Virgen nos ayude a experimentar la presencia viva de su Hijo Resucitado, fuente de esperanza y de paz. ¡Hablemos Claro!

lunes, 23 de marzo de 2015

¡Perdón Señor, perdón!

A lo largo de estos días ya previos a la Semana Santa, en toda la diócesis se están haciendo ordinariamente los actos penitencial en las diversas parroquias de cada decanato. ¡Qué maravilla poder acercarse con un corazón sencillo, humilde y arrepentido para recibir el perdón de Dios y experimentar nuevamente su misericordia! Que nuestra miedo y vergüenza se disipen con doblar nuestra rodilla y disponernos a recibir la absolución de nuestro pecados.

No olvidemos que el protagonista de nuestros pecados es el espíritu Santo. Él mismo en su resurrección lo dijo a sus apóstoles: “Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados les quedan perdonados…” (Jn. 20,23) Cada uno de nosotros como sacerdotes estamos llamados a ser hombres del Espíritu Santo, testigos y anunciadores, alegres y fuertes heraldos de la resurrección del Señor. Nuestro corazón sacerdotal se conmueve ante la miseria del hombre, aunque es verdad que la tradición indica el doble papel de médico y de juez como confesor, no olvidamos que como médicos estamos llamados a curar y como juez a absolver.

Ya hace tiempo que me llamó la atención las palabras del Papa Francisco sobre el tema de la confesión: “Confesar nuestro pecados no es andar a una sesión de psiquiatría o a una sala de torturas sino decirle al Señor que soy pecador, pero decirlo… ser como los niños que dicen con claridad sus pecados y concretos; son sencillos con la verdad. Mientras que nosotros tenemos la tendencia de esconder la realidad de nuestras miserias…sentir la vergüenza ante Dios por nuestro pecados”.

¡La confesión no es un tribunal de condena sino una experiencia de perdón y misericordia! Que este tiempo sea una oportunidad de acercarnos al Maestro y Señor de nuestro vidas para aprender a ser misericordiosos como Él es misericordioso. No desaprovechemos la oportunidad de hacer una buena confesión de toda nuestra vida y estar en paz con Dios que tanto nos ama y espera como bautizados. Hagamos realidad nuestra vida cristiana, siempre cerca de Él. ¡Hablemos claro!




domingo, 15 de marzo de 2015

Domingo del “Laetare”, Domingo de la Alegría en Cuaresma.

Nos viene muy bien recordar que este Domingo IV de Cuaresma es excepcional, así como el III Domingo de Adviento, pues se distinguen en algunas peculiaridades propias del tiempo.

La liturgia nos presenta en este día el domingo del “Laetare”, debido nada menos a la antífona de entrada de la misa, tomada del profeta Isaías 66,10-11: “Alégrate, Jerusalén, y que se reúnan cuantos la aman. Compartan su alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad.”

Como vemos este tiempo litúrgico se ve marcado hoy por la alegría, ya que se acerca el tiempo de recordar y vivir nuevamente los Misterios de la Pasión Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en Semana Santa. ¡Qué alegría! pero, ¿qué sería de nosotros si Él no hubiera muerto por nosotros?

Como decía anteriormente, al igual que el 3er Domingo de Adviento llamado del “Gaudete”, se rompe el esquema litúrgico de la Cuaresma con algunas anotaciones, por ejemplo:
1.- Predomina el carácter alegre (litúrgicamente hablando).
2.- Se usa el color rosáceo en los ornamentos, siempre que sea posible. Debido a que es intermedio entre el blanco de la Gloria y el morado de la penitencia.
3.- Los ornamentos pueden ser más bellamente adornados.
4.- Los diáconos que sirven en el altar, pueden utilizar dalmática de ese mismo color.
5.- Se puede hacer uso del órgano.

Este Domingo “Laetare” nos hace la invitación a contemplar y mirar más allá de la triste realidad del pecado, mirando a Dios, fuente de infinita misericordia. Es la invitación a convertirnos de corazón a Dios, para mejor amarlo, cumpliendo sus mandamientos que nos hacen libres. No olvidemos que seguimos en Cuaresma aunque celebremos este domingo “laetare” tan particular. No significa un alto a nuestras privaciones y penitencias que cada unos nos hemos trazado en el inicio de este camino cuaresmal, sino que nos recuerda que detrás de la penitencia, está el deber de aborrecer el pecado de nuestras vidas, para así vivir en Gracia, que nos es dada por Dios en su insondable misericordia y amor de Padre.

No bajemos el listón de nuestro sincero esfuerzo por convertirnos, por hacer una buena confesión general de toda nuestra vida en este tiempo. Experimentemos la paz en nuestro corazón que el Señor quiere de nosotros, cantando con el salmo 136: “Tu recuerdo, Señor, es mi alegría”. ¡Hablemos claro!