En
este día domingo, con toda la Iglesia celebramos la gran Solemnidad de Cristo
Rey Universal, y concluimos este maravilloso “Año de la Fe”, convocado por el
Papa Benedicto XVI el 11 de octubre del 2012 para conmemorar el cincuenta
aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y los veinte años de la
publicación del “Catecismo de la Iglesia Católica”.
Cuántas
bendiciones y gracias ha ido derramando Dios nos sólo en la vida personal de
cada uno de nosotros sino en nuestras familias, en nuestros hogares, en
nuestras parroquias, en nuestras comunidades, colonias, barrios, en fin en todo
el mundo. Cada uno ha hecho su experiencia de fe y se sentirá con nuevos bríos
para continuar dando su mejor esfuerzo por testimoniar y sentirse orgulloso de
ser católico misionero para los demás.
En
el último capítulo de la encíclica “Lumen Fidei” (La Luz de la Fe), el Papa
Francisco hace una afirmación que a primera vista es ya sorprendente: “Sí, la
fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la
Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá;
nos ayuda a edificar nuestras sociedades para que avancen hacia el futuro con
esperanza”.
Tristemente
para muchos, en este mundo pagano, la fe es un sentimiento vago de su práctica
religiosa que se reduce a rezos y devociones pías. No, la fe va más allá, se
trata de una honda y profunda convicción que todo católico ha recibido en su
bautismo y que en nuestro peregrinar por este valle debemos alimentar,
acrecentar y fortalecer.
La
fe da luz. Es el alimento de la vida espiritual. Nos ayuda a construir un mundo
más solidario y digno del hombre, al servicio de la justicia, del derecho y de
la paz. Ensancha el horizonte de la vida. Fundamenta la fraternidad y preserva
la dignidad única de cada persona. Nos abre al respeto de la vida y de la
naturaleza. Motiva la confianza y nos conforta en el sufrimiento y la
enfermedad. Nos ayuda a saber esperar el momento de Dios en nuestra vida y nos
proporciona la alegría fruto de nuestra unión con Él.
Así
pues, le decimos adiós a este año que concluye, pero no a la fe. Ésta continúa
marcando la pauta en nuestra vida ordinaria para impulsarnos a ser verdaderos y
auténticos apóstoles misioneros de fe.¡Hablemos claro!