domingo, 31 de agosto de 2014

¡Cuánto daño hace el chisme en nuestras parroquias...!

¡Es verdad! El chisme es un cáncer que va carcomiendo día a día, minuto a minuto nuestro hogar, nuestras familias, nuestro trabajo, nuestro noviazgo y sobre todo, es mortífero para nuestras parroquias. Cuánta falta nos hace desterrar en nuestra vida el pecado de la división, del egoísmo y de la soberbia.

En esta semana, el Papa Francisco nos recordaba que al renovar nuestra fe en el “credo” afirmamos que la Iglesia es “una” y “santa”. Es una, porque tiene su origen en Dios Trinidad, misterio de unidad y de plena comunión. Es Santa, en cuanto que está fundada en Jesucristo, animada por su Espíritu Santo, colmada de su amor y de su salvación. Al mismo tiempo, sin embargo, está compuesta de pecadores, que somos nosotros, y que cada día experimentamos las propias fragilidades y las propias miserias personales.

Ésta ha sido la oración de Cristo: “Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,21). Y en los Hechos de los Apóstoles encontraremos que los cristianos se distinguían por tener “un solo corazón y una sola alma” (Hech 4,32). Y el apóstol  san Pablo exhortaba a las comunidades a no olvidar que son “un solo cuerpo” (Ef 4,4).

Pero la experiencia nos dice que son muchos los pecados contra la unidad. No nos referimos a los grandes cismas o herejías, sino a lo más común que nos acontece en el día a día en nuestras parroquias, llamadas a ser lugares para compartir unidad y comunión y por el contrario están marcadas por envidias, celos, antipatías… y el chisme está a la mano de todos. ¡Cuánto se chismorrea en las parroquias! ¡Cómo se compara la vida del párroco y del vicario! Esto no es nada bueno y menos sano para la comunidad. Y qué decir cuando se designa un nuevo responsable de ministros o lectores, del responsable de la catequesis o de la pastoral juvenil, etc. Rápidamente sacamos a relucir con el chisme los defectos y debilidades de los demás y nos colocamos en jueces y expertos críticos de los demás, esparciendo como polvorín el veneno de nuestros subjetivos y rancios comentarios.

¡Ésta no es la Iglesia, esto no se debe hacer! Sí, esto es humano, pero no es cristiano. Así sucede cuando buscamos los primeros puestos, cuando nos ponemos en el centro, con nuestras ambiciones personales y nuestras forma de ver las cosas y juzgamos a los otros fijándonos en los defectos de los demás en vez de sus dones; cuando damos más peso a lo que nos divide, en vez de lo que nos une.

Si miramos la historia de la Iglesia, contemplamos muchas divisiones entre nosotros los cristianos. Es necesario trabajar por la unidad de todos como hermanos e hijos de un mismo Dios. Ir por el camino de la unidad que es el que Jesucristo quiere y por el que Él ha rezado. Hagamos un serio examen de conciencia, frente a esto.

En nuestras parroquias, la división es uno de los pecados más graves porque la hace signo no de la obra de Dios, sino del diablo, quien separa, divide y rompe las relaciones fraternas. Esta misma división que se da muchas veces en la familia, en la comunidad, en el matrimonio, en la escuela, en la parroquia o en una asociación, requiere de nuestro sincero esfuerzo para crecer en la capacidad de acogernos, respetarnos y perdonarnos para parecernos cada vez más a Cristo que es comunión y amor.

Hagamos resonar en nuestro corazón la invitación de Cristo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Pidamos sinceramente perdón a Dios por todas las veces en que hemos sido ocasión de división y escándalo con nuestros chismes y malos comentarios. Si no tienes nada que decir de bueno y positivo, mejor cállate y guarda silencio, no seas cómplice de la maledicencia. ¡Hablemos claro!




domingo, 24 de agosto de 2014

¡Qué terrible decapitación!

No puedo contener mi tristeza y al mismo tiempo mi impotencia y dolor profundo por la tragedia que hemos presenciado el pasado martes con un video en que el Estado Islámico lanzaba un mensaje al presidente Obama con la decapitación de un reportero americano. ¡Hasta dónde somos capaces de cometer semejantes actos desalmados y vergonzosos!

James Foley fue prisionero desde el 2011 por las fuerzas partidarias del gobierno de Libia. Detenido en Trípoli y liberado después de pasar 45 días de cárcel. A través de una carta que escribió dejó expresar un magnífico testamento de vida donde manifiesta su profunda fe y confianza en Dios. Así lo relataba: “Mis colegas y yo fuimos capturados y detenidos en un centro militar de Trípoli”. Cada día, decía el periodista, “aumentaba la preocupación por el hecho de que nuestras madres se desesperaban”. “No sabía a ciencia cierta que mi madre supiera lo que había pasado”. James, afirmaba que su madre tenía mucha fe y que él mismo “rezaba para que supiera que estaba bien y poder comunicarse con ella”. Él mismo contaba que comenzó a rezar el rosario, porque era como su madre y su abuela rezaban y eso lo hacía sentirse consolado al confesar su debilidad y su esperanza con ella y conversando con Dios, más que estando en silencio.

Era de esperar, nacido en el seno de una familia católica de Boston sus padres han sembrado y acompañado la fe de sus hijos y eso no se olvida. Ha sido como un recurso muy valioso, que ha sabido cosechar en este momento duro de su vida.

Sus amigos fueron su fuerza. Narra como días más tarde los periodistas fueron trasladados a otra prisión con presos políticos, donde fue acogido y tratado bien. Unos días después no se explica cómo lo liberaron de la celda y le comunicaron que quizás querría llamar a su familia. Dijo una oración y marcó el número de su casa y pudo hablar con su mamá, donde le pidió perdón. Ella incrédula le respondió que no debía pedir perdón, más bien que le dijera cómo se encontraba, mientras le respondió que se alimentaba, que tenía la mejor cama y que lo trataban como un huésped. James comentaba que rezaba para que supiera que estaba bien y rezaba para poder comunicarse con ella.

En todo momento fue muy consciente que el poder de la oración sería siempre su aliento y luz que iluminaría el camino de su prisión. La certeza de sentirse que no está solo en esta tragedia de ver contadas sus horas.

Sus padres se ha sentido muy orgulloso de su hijo James. Su derramamiento de sangre ha querido mostrar al mundo el sufrimiento del pueblo Sirio. Sólo unos padres saben y conocen lo que significa el sufrimiento de un hijo.

Todos nos seguimos uniendo en oración para pedir al Príncipe de la paz que mueva los corazones de tantos hombres a una conversión sincera para que cese el odio, el fanatismo por la religión y vivamos el mandamiento del amor,  que conlleva el respeto  a la dignidad de cada ser humano.

James Foley, fue a los lugares más oscuros para iluminar con la luz de la verdad, fue un valiente y atrevido, y ningún cobarde enmascarado podrá nunca robar el legado de este osado americano que encarnó el significado de la palabra periodismo, y cuya decapitación exhibida por los yihadistas del Estado Islámico clama al cielo. Él sabía rezar y supo experimentar en momentos difíciles el bálsamo de la oración.
Imploremos para que los secuestradores perdonen la vida del resto de los rehenes, que son inocentes y no tienen control sobre la política del Gobierno estadounidense en Iraq, en Siria, en Gaza ni en ningún lugar del mundo. ¡Hablemos claro!



domingo, 17 de agosto de 2014

Inicia el año escolar….

Hace unos días se me acercó un adolescente inquieto y me dijo: “Padre, qué flojera, ya se acabaron las vacaciones…” es correcto le contesté, el tiempo de descanso llegó a su fin e iniciamos una nueva etapa. Todos se disponen a empezar el nuevo período estudiantil. Para muchos será una oportunidad de volver a la rutina en que gran parte del año se dedican a este oficio. Quiero dejar algunas pautas para que este comienzo sea llevadero y sea al mismo tiempo un aprendizaje en la vida familiar. Considero que en su calidad de papás hay muchas acciones que pueden emprender en su casa para ayudar a que sus hijos tengan un buen año escolar.

1.- Iniciar el día dando gracias a Dios. Que sea esta la primera motivación y exigencia al abrir los ojos cada mañana. Dar gracias a Dios por el don de la vida y ofrecerle todo lo que en ese día nos quiera conceder. No dejar pasar por alto la visita a un sagrario para ofrecer todo este año y recibir la bendición de Dios.

2.- Estar atentos en los cuidados médicos que necesiten los hijos. Prevenir es mejor que lamentarse. Esta atención médica es fundamental para que puedan rendir y aprovechar mejor sus estudios.

3.- Ofrecerles una dieta saludable y ejercicio. Está claro que quien lo aplica puede concentrarse mejor en la escuela durante el día. La comida equilibrada en frutas y verduras ayuda a evitar la comida chatarra. No olvidar el deporte, la oportunidad de hacer ejercicio a diario practicándolo en equipo, actividades divertidas o jugando al aire libre.

4.- Lleguen a la escuela a tiempo todos los días. Es parte de una disciplina hacer que su asiduidad sea constante, si faltan a clase, que sea por enfermedad pero no por caprichos familiares.

5.- Fijar una hora y un lugar específico para hacer la tarea. Elegir un tiempo que funcione bien en el horario familiar, con un lugar tranquilo y que tenga buena iluminación. Pedirles que cada noche les muestren las tareas terminadas de modo que puedan ver lo que están aprendiendo y confirmar su responsabilidad de haber hecho sus deberes.

6.- Limitar el tiempo de televisión, videojuegos y computadora. En la medida de lo posible, realicen estas actividades juntos y busquen programas y juegos educativos. Que nunca den información personal en la computadora y que no hablen con extraños en línea.

7.- Hablen acerca de la escuela, que les cuente cómo pasó el día. Pregúntenle sobre lo que aprendió y cómo se sintió. Escuchen cuidadosamente sus respuestas y ayúdenle a pensar en las diversas maneras de solucionar algún problema que haya surgido en su salón o en la escuela. Por ningún motivo toleren el bullying y avisen a las autoridad competentes.

8.- Fomentar una hora de lectura cada día. Leer hechos de la vida real, historias y biografías que enriquece su vocabulario y desarrollan mejor su capacidad de análisis y expresión.

9.- Marcar un horario de su hora de dormir en días de clase y en fines de semana. Que duerma las horas suficientes para levantarse a tiempo y estar listo para emprender un día completo de aprendizaje.

10.- Ayuden a su hijo a aprender en la casa sus diversas actividades, quehaceres y obligaciones: recoger su ropa, limpiar su habitación, poner la mesa, lavar los platos etc. Visitar en familia lugares educativos. Investigar intereses de sus hijos y buscar actividades y libros relacionados con ese interés.


Que todo esto sea una oportunidad de invertir la mejor formación en bien de sus hijos y fraguar una personalidad rica en valores. Muy cerca de Dios y de sus intereses para ser más generosos en todo momento con quien te pida ayuda. ¡Hablemos claro!

domingo, 10 de agosto de 2014

¡Oremos por los sacerdotes!

Hemos recordado en esta semana al incansable y verdadero apóstol sacerdote. Al gran patrono de los sacerdotes, reconocido como el Cura de Ars, San Juan María Vianney. Enamorado de la Eucaristía y maestro de la penitencia. Recibió, entre otros, el don de lágrimas y con su santidad ya en vida conmovió a la Europa de su tiempo.

El año sacerdotal fue declarado por el Papa Benedicto XVI en junio del 2009, poniendo a este admirable santo como ejemplo para los sacerdotes. En aquella ocasión el pontífice hizo un panegírico de este humilde sacerdote que llegó a Ars diciendo: “Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia; acepto sufrir todo lo que quieras durante toda mi vida”, llevando su anhelo hasta el final. Ser sacerdotes santos es lo que el Papa quiso recordar en aquella ocasión en la celebración conmemorativa del 150 aniversario de la muerte del padre Vianney. Su enternecedora trayectoria de amor dejó traslucir su extraordinaria pasión por lo divino. Apóstol que llegó al corazón de cientos de miles de personas con su virtud, en el silencio de su ofrenda y abrazo a la cruz, contemplando la Eucaristía, envuelto en lágrimas.

Cuando oficiaba misa era palpable que lo hacía sabiendo que rememoraba el sacrificio de Cristo. “¡Oh, qué cosa tan grande es el sacerdocio! No se comprenderá bien más que en el cielo… si se entendiera en la tierra, se moriría, no de susto sino de amor”. “¡Qué desgracia es un sacerdote sin vida interior!”.

La vida de nuestra diócesis y del mundo entero se ve impulsada por el celo ardoroso de sus pastores que como auténticos apóstoles luchan a diario por llevar a cabo la obra de la evangelización. Considero que cuando Jesucristo instituyó la Iglesia sobre los apóstoles, nos dejó en ella su presencia através de su Palabra y los sacramentos. Cada párroco en el ejercicio del ministerio de Cristo, es pastor en su parroquia y capillas, cumple una misión única en la vida de la Iglesia. Ella debe ser valorada y asumida en primer lugar por el mismo sacerdote. Éste es para él, el camino eclesial de su plenitud y santidad: predicar la Palabra y celebrar la Eucaristía al servicio de una comunidad que la Iglesia le ha confiado.

Como sacerdote, comparto la alegría de nuestra vocación al servicio del pueblo de Dios, siendo conscientes de nuestra pequeñez y riqueza. Debemos vivir con gozo y humildad la verdad de ser sacerdotes, porque no es obra ni mérito nuestro, sino del amor gratuito de Dios que nos ha llamado para ejercer el ministerio de Jesucristo al servicio de nuestros hermanos.

No nos cabe duda que somos los amigos de Jesús para las almas, y amigos de los hombres ante Jesús. Los sacerdotes somos plenamente hombres solidarios con la humanidad entera ante Cristo. Buscamos ser hombres del diálogo y cercanía con los hermanos, como el Papa Francisco nos invita a ser pastores con olor a oveja, y podemos completar diciendo que como consecuencia las ovejas deben tener olor a Cristo Buen Pastor por tenerlo cerca.

Cada uno luchamos por buscar la santidad que requiere nuestro ministerio, pero no estamos exentos de debilidad, de defectos e imperfecciones… por eso es necesario incrementar nuestra oración y pedir por todos y cada uno de los sacerdotes de nuestro presbiterio, de nuestra diócesis, para que cada día seamos mejores instrumentos al servicio de nuestra parroquias y de nuestras comunidades. Cuidemos a nuestros sacerdotes y seamos un apoyo leal en sus necesidades físicas, materiales y espirituales. ¡Hablemos claro!


domingo, 3 de agosto de 2014

¡La clave es ser feliz y tener paz!


Hace unos días el Papa Francisco concedía una entrevista a una revista dominical del diario el Clarín y manifestó sus preocupaciones por la guerra, el cuidado de la naturaleza, los peligros de negar el tiempo libre para las relaciones personales y familiares. Recordó a los jóvenes y la necesidad de ayudarles a encontrar un trabajo digno. En esta entrevista podemos sacar el decálogo del buen vivir del Papa Francisco.

1.- Vivir y dejar vivir, el primer paso para la felicidad. Se trata de caminar y dejar caminar a los demás. No estorbar ni menos interferir en la vida de los demás.

2.- Darse a los demás para no dejar dormido el corazón. Cuando uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta y el agua estancada es la primera que se corrompe. Hay más alegría en dar que en recibir.

3.- Moverse con humildad, lentamente entre las personas y las situaciones. Es tener la capacidad de saberse mover con benevolencia y humildad. No creernos superiores a los demás. Quien anda en la humildad, camina en la sencillez y no se complica en la vida, porque en todo dependemos de Dios.

4.- Preservar el tiempo libre como una sana cultura del ocio. Saber disfrutar el tiempo con la lectura, el arte y los juegos con los hijos. Tristemente el consumismo nos está llevando a perder la sana cultura del ocio.

5.- El domingo es para la familia. Buscar estar juntos en misa, poder compartir los alimentos y sana convivencia familiar es un magnífico gimnasio para ejercitarse en el servicio y en la caridad mutua.

6.- Ayudar de forma creativa a los jóvenes a conseguir un empleo digno. Que tengan ese deseo de estar ocupados en forjar un buen futuro y aprendiendo habilidades que les den una seguridad familiar. La dignidad te la da el llevar el pan a casa.

7.- Cuidar la creación, amar la naturaleza. Es un desafío muy grande. La obra de la creación está en nuestras manos y tenemos que saber hacer un buen uso para disfrutar de las maravillas que Él ha puesto a nuestro servicio.

8.- Olvidarse pronto de lo malo que afecta a la vida. La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir: yo me siento tan abajo que en vez de subir, bajo al otro. Olvidarse rápido de lo negativo es muy sano.

9.- Respetar el pensamiento de los otros, sin proselitismo religioso. Cada uno dialoga desde su identidad. La iglesia crece por atracción no por el mero hecho de dialogar para convencer. Inquietar a los demás con el propio testimonio y de esta manera progresar en la comunicación.

10.- Buscar la paz es un compromiso. Vivimos una época de muchos conflictos. Todo se pierde con la guerra, nada se pierde con la paz. Pensemos en los niños a los cuales se les quita la esperanza de una vida digna, de un futuro, de niños muertos, niños heridos, niños mutilados, niños huérfanos, niños que tiene como juguetes residuos bélicos, niños que no saben reír.

La guerra destruye y el clamor por la paz hay que gritarlo. La paz a veces da la idea de quietud, pero nunca es quietud, siempre es una paz activa. ¡Hablemos claro!