Iniciamos este maravilloso tiempo litúrgico de la
Iglesia conocido como la Cuaresma, una oportunidad excelente de cambiar, de hacer un examen profundo y ver lo
que tengo qué corregir, lo que tengo qué transformar en mi vida. La clave está
en insistir, resistir y persistir en nuestros buenos propósitos para no ceder a
la tentación de practicar la declinación mi egoísmo: yo, de mí, para mí y a mí.
En esta semana corre por las redes sociales el
reto de varios jóvenes y señores que se filman tomando una cerveza de un tirón
y retan a otros tres amigos desafiándolos a cumplir en 24 horas y si no se
comprometen, pagarán un six, su próxima borrachera, etc. El caso es que me
llamó la atención porque varios son jóvenes que en su día ayudé y colaboré en
su formación. No puede contener mi inquietud y a varios los reté a que mejor en
esta Cuaresma no probaran una gota de alcohol. Hubo quien me contestó que no aceptaba
el reto y le respondí: “Lo sabía, sólo los valientes y de gran corazón afrontan
y enfrentan los verdaderos retos”.
También hubo quien me reto a que si me tomaba la
cerveza como él, dejaba de consumir alcohol durante la Cuaresma. Le dije: “Que
su propuesta era muy buena, pero que era una lástima que no aceptara mi reto. Y
repetí que sólo los valientes y de gran corazón seguimos a Cristo, que después
del día tan maravilloso que viví el miércoles de ceniza, en el que Dios me
permitió confesar durante 9 horas (4 por la mañana y 5 por la tarde sin
interrupción) no iba a rebajarme en esta Cuaresma, sin olvidar que la humildad
abre las puertas y la prepotencia las cierra.
Me ha sorprendido notablemente otro tipo de
retos donde los videos ahora tratan de hacer algo por los demás, por los más
débiles, por los pobres, por los que tienen una especial necesidad. Tengo que
confesar que me han conmovido mucho. Vale la pena hacer este esfuerzo y buscar
en este tiempo salir del confort de nuestra vida para ejercitarnos, es un
deporte de alto riesgo en favor de tantos que nos necesitan.
El Papa Francisco en su mensaje para la
Cuaresma nos decía: “Queridos
hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia
dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria
material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio
del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona.
Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo
pobre y nos enriqueció con su pobreza.
La Cuaresma es
un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos
privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No
olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta
dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.
Se trata nada menos que nuestros propósitos estén
orientados a la atención y responsabilidad de las miserias humanas de los más
desvalidos. De tocarnos el corazón y no ser indiferentes al que llama a nuestra
puerta, al que nos encontramos en las esquinas de la calle, de la plaza, en
cualquier rincón de nuestra ciudad. Sin olvidar que nuestra verdadera miseria
es no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo. ¡Hablemos claro!
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