Sin creerlo a nivel mundial hemos convertido los
tres días previos al miércoles de ceniza en un largo “fin de semana” de
perdición, de ofensa y de pecado a Dios. El caso es que ya no tenemos la noción
del pecado en nuestras vidas y nos hemos convertido en esclavos dopados de
falsa libertad tratando de aparentar una felicidad grosera de desenfreno para
dar rienda suelta a lo más mezquino y pasional de nuestra vida. Más aún, me
resulta chocante cómo los medios de comunicación se han encargado de darle
vuelo, hasta parecer escandaloso su mensaje.
Como botón de muestra, se han hecho famosos los
carnavales de Nueva Orleans, de Canarias, de Veracruz, de Mazatlán y sin pasar
por alto el carnaval de Brasil, donde la SMS (Secretaría Municipal de Salud)
cada año anuncia como novedad que distribuyen gratis la pastilla del día
después, más de 10 millones de condones, etc. Claman al cielo estas propuestas.
Y sin olvidar todos los excesos del alcohol, drogas…
Tres son los
elementos más comunes a todos los carnavales en las ciudades y pueblos en que
se celebran.
1) Culto al cuerpo:
Esto no es de ahora. La exaltación del cuerpo aparece como prioridad fundamental.
Y el origen radica en las fiestas romanas. Los soldados imperiales elegían al
más guapo y lo proclamaban rey por un día. Las cosas han cambiado pero el fondo
sigue siendo prácticamente el mismo.
2) El
disfraz: Al adentrarse en el estudio de las fiestas, es curioso observar
cómo todas ellas tienen un origen basado en lo religioso. El disfraz, antes,
era una forma empleada para librarse de la influencia de los malos espíritus. Y
una forma de lograr este objetivo, era colocarse la máscara para que no
reconocieran a la verdadera persona. Otros dicen, al contrario, que era un modo
de congratularse con los espíritus poniéndose en el rostro máscaras que, de
algún modo, pudiesen imitarlos. Así se veían libres de su maleficios y obtenían
su benevolencia.
3) Lo grotesco.
Este tercer elemento es, sin duda, el que más se exalta. Se trata de una
auténtica locura en la bebida, comida, ruptura con todas las normas y
costumbres y todo ello en una atmósfera en que la alegría se pasa en muchas
ocasiones por efecto de lo que se bebe y se come. Son unas fechas en las que
impera el libertinaje, días en los que muchos sienten la necesidad de hacer lo
que en otros momentos no lo pueden llevar a cabo.
En otras palabras se ha llegado al descontrol y
permisividad, abuso del vestido, lo lúdico se ha cambiado por la desnudez y
chabacanería, y lo cultural por expresiones que dejan mal parada la dignidad de
las personas, principalmente de
las niñas, adolescentes y jóvenes, atentando también contra el respeto hacia
los espectadores que de entrada deben cuidarse sabiendo a qué clase de
“diversión” o “espectáculo” van.
El pudor y la modestia naturales parecen haber
desaparecido en ciertos lugares, incluso a veces en algunos espectadores
exacerbados, que pueden ser los mismos padres, abuelos, hermanos de aquellas y
de aquellos que pareciera no tener traje que el del Adán primitivo.
Para desagraviar todo esto, dedicamos nuestra
oración para reparar tantas ofensas que se cometen en estos días. Desde lo más
profundo escucho aquellas palabras que dijo el Sagrado Corazón a Santa
Margarita María de Alacoque: “ Mira este corazón que tanto ha amado a los
hombres y que sólo recibe de ellos ingratitudes y desprecios. Al menos tú
ámame”. Preparémonos a vivir este inicio de la Cuaresma con intensidad.
¡Hablemos claro!
No padre, por el contrario, el carnaval es el síntoma
ResponderEliminarinequívoco de la
Fe en occidente, existe por la arraigada preparación a la cuaresma, por otro lado las manifestaciones actuales son principalmente artísticas. El pecado es una decisión personal a trasgredir los mandamientos que usted menciona pero eso es otra cosa, no es que el carnaval sea pecado