Nos encontramos a la mitad del camino recorrido en
esta cuaresma. El tiempo se desgrana irremediablemente y sin interrupción. Por
eso es necesario preguntarnos cómo van nuestros propósitos, programas y
decisiones que con tanta ilusión nos marcamos al inicio. Cada día es una
oportunidad para renovar con entusiasmo nuestra generosidad sin límites. Es
momento de ajustar nuestra vida.
Nos viene muy bien recordar cuáles son las tres
actitudes básicas para seguir recorriendo este camino cuaresmal: limosna,
oración y ayuno. Son la oportunidad de oro para avanzar cada día detrás de la
cruz de Cristo y llegar a coronar nuestro esfuerzo sincero por ser mejores
católicos.
Limosna. Es el gesto de compartir tiempo, ayuda y
consejos, creando un espacio de generosidad y de verdadera caridad para salir
de nosotros mismos y pensar en los demás, en el que más lo necesita, el de la
esquina de la calle, en el que toca a la puerta, en el que tenemos en el propio
hogar y a veces somos tan indiferentes y egoístas. Somos tristemente, la mayor
de las veces: “luz de la calle y oscuridad de la casa”.
Oración. Además de disfrutar de esos largos ratos
de diálogo con Él para conocerlo, escucharlo y amarlo, cuánta falta nos hace
acercarnos a Dios para hacer un buen examen de conciencia y aprovechar para una
confesión general. Qué paz y serenidad respiramos en el interior. Es ponernos
en la presencia de Dios, reconociendo nuestra condición humana y depositando en
Él nuestra confianza.
Ayuno. Por naturaleza somos reacios a desterrar y
huir del sacrificio, de la renuncia y la abnegación. Sin embargo, qué bien nos
hace poder ofrecer esas pequeñas contrariedades por amor a Dios. Son un bálsamo
que fortalece nuestra alma y la hacen más digna de Él, además es una manera de
reparar por nuestras debilidades, miserias y pecados cometidos.
“Hakuna matata”. No es hora de complicar nuestra
existencia, ya de por sí la vida es un desafío como para hacerla odiosa. Admiro
a tantos hombres y mujeres que con gran talante y sencillez de espíritu
trabajan en su corazón y en su entorno familiar y social por hacer llevadero el
día a día. Como lo escuchábamos hace poco en el evangelio: “Bástele a cada día
sus problemas” (Mt.6, 34)
Ya más de alguno me ha dicho: “Padre, he roto mi
promesa, no he cumplido mis propósitos…” “Hakuna matata” nuestra vida es un
lucha continua, la escritura nos dice: “El que persevera hasta fin se salvará”.
(Mt. 10, 22). Simplemente les digo que no es tiempo de anidar en el corazón el
desaliento, la desgana o la flojera. Con mayor razón hay que levantarse con
humildad y continuar adelante con redoblado esfuerzo por no dejar pasar esta oportunidad
de sacar todo el jugo a este tiempo de conversión y cambio.
En fin, hay muchas oportunidades que podemos practicar
para crecer en nuestra vida espiritual. Lo importante es saber acoger a Cristo
y darle cabida en el corazón. Él es la palabra viva del Padre, es la Verdad que
nos libera y nos hacer gozar de felicidad.
La clave está en aplicarnos y no dejar que pasen
los días sin darles ese toque de autenticidad. Está comprobado, yo
personalmente no conozco a nadie perfecto, sólo conozco a personas con
defectos, imperfecciones y debilidades
que valen la pena quererlas, apoyarlas y ayudarlas. Esta es mi rica misión como
sacerdote. Es hora de volver a Dios y no aflojar el paso. “Hakuna matata” no te
angusties, no hay problema, es Cuaresma. ¡Hablemos claro!
No hay comentarios:
Publicar un comentario