domingo, 17 de noviembre de 2013

Nuestra mirada en Filipinas


En estos días el Papa Francisco decía: “Recemos con intensidad... uniendo las fuerzas para ayudar a nuestros hermanos y hermanos de Filipinas afectado del tifón. Estas son las verdaderas batallas a combatir. ¡Por la vida, nunca por la muerte!"
El supertifón Haiyan -conocido localmente como Yolanda- sacudió el centro de Filipinas el viernes pasado con vientos de hasta 315 km/h, obligando al menos a 4 millones y medio de personas a buscar refugio en albergues de emergencia.
Ha sido una de las más fuertes tormentas que ha azotado el archipiélago en las últimas décadas, dejando tras de sí un camino de destrucción en varias de las islas centrales. Según los primeros cálculos, aún no confirmados, podría hablarse de hasta 3.600 muertos en una sola provincia. El mismo tifón ha golpeado algunas de las mismas zonas que ya fueron devastadas por el terremoto de 7,3 grados de magnitud registrado el mes pasado.
Filipinas se encuentra en una zona del mundo que sufre continuamente terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis y huracanes, pero la magnitud del desastre ha causado sorpresa, en particular porque el Gobierno había evacuado a unas 800.000 personas antes de la llegada del tifón.

¡Cuánto nos enseñan! No podemos pasar por alto que este país, cuenta con el mayor número de católicos de Asia. Además de su pobreza, los cristianos han sufrido persecución religiosa en el sur del país por parte del grupo islámico terrorista Abu Sayya. Es admirable la fortaleza y coraje de fe que irradian con su testimonio en estos momentos y en esta adversidad. Ningún tifón o aluvión podrá disminuir la fuerza de ánimo de los filipinos, ni menos apagar  el fuego de su esperanza. Ese cataclismo que devastó el centro del país, puede ser el peor visto antes en el mundo. Los obispos filipinos lo confirmaban: “Ninguna calamidad puede apagar el fuego de nuestra esperanza. La fe de los católicos es más fuerte que el tifón Haiyan”.

El tifón ha afectado a casi 12 millones de personas, según las ONG presentes en la zona, y muchas luchan ahora por sobrevivir sin agua, comida ni refugio. Se calcula que hay 920.000 desplazados, de los cuales 433.000 se encuentran alojados en los 1.444 centros de evacuación. Se estima que unas 500.000 viviendas han quedado destruidas en las zonas que recibieron de lleno el impacto del tifón.
El primero en ayudar ha sido el Papa Francisco, a través del Pontificio Consejo Cor Unum enviado 150.000 dólares para socorrer a la población. A esto se unen tantos organismos como Cáritas Internacional, Ayuda a la Iglesia necesitada, Cruz Roja, y varios países que han mostrado su solidaridad en estos momentos.
Como católicos nos solidarizamos en esa novena de oración que se inició desde el 11 al 19 de noviembre en Filipinas por las víctimas del tifón. Ofrezcamos un memento por las almas de los difuntos y para consolar a los familiares de las víctimas. Apoyemos y promovamos nuestra ayuda desinteresada por las intervenciones de emergencia y la reconstrucción de las zonas afectadas. ¡Hablemos claro!


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