domingo, 9 de febrero de 2014

¡Estamos de fiesta!

Llegó el momento tan esperado para todos los que formamos esta maravillosa diócesis. Somos parte de esta historia eclesial que nació hace 150 años con el incansable celo arrollador de nuestros obispos, la presencia viva y cercana de tantos sacerdotes generosos que han cuidado la grey confiada en 112 parroquias. La diversidad de carismas de vida activa y contemplativa que embellecen nuestra comunidad con la presencia de órdenes, congregaciones e institutos seculares y sin olvidar a todos los laicos comprometidos en organizaciones, asociaciones y movimientos. 

¡Estamos de fiesta! La Iglesia de Cristo se llena de alegría porque en ese amplio mosaico de la Iglesia, formamos junto con nuestra diócesis una piedra viva que embellece y da colorido al caminar de la misión evangelizadora de la Iglesia, como levadura que fermenta y alimenta la acción activa de cada unos de nosotros. Caminemos dando gracias a Dios, comprometiéndonos a ese creciente dinamismo evangelizador que nos impulsa el testimonio de tantos hombres y mujeres para comunicar la buena nueva del evangelio.

¡Estamos de fiesta! Jesucristo nos lo prometió: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). Su cercanía siempre fresca nos da la seguridad y certeza de que su obra continúa muy a pesar de nuestras pobres y menguadas fuerzas, por no decir de nuestra torpeza cuando nos resistimos a su Gracia. Él es el protagonista de esta historia de amor que inició aquella noche de Belén y culminó en la tarde del Calvario en una cruz por amor.

¡Estamos de fiesta! Ya se respira en cada hogar, en cada familia queretana, la alegría de celebrar un aniversario muy particular en nuestra Iglesia. Pero no sólo se trata de celebrar sino de vibrar, de hacer realidad  el compromiso de trasmitir la fe que nos han legado esa maravillosa pléyade de apóstoles y verdaderos héroes que con su testimonio brillan por toda la eternidad. No podemos cruzarnos de brazos y vivir un acontecimiento más como tantos. Es la hora de Dios que irrumpe en cada cenáculo familiar para convertirnos en laicos comprometidos de nuestra Iglesia diocesana. Hagamos que cada uno de nuestros corazones irradie la paz, contagie la alegría y llene de entusiasmo a nuestro seres queridos.

¡Estamos de fiesta! Al Dios Bueno y Grande, Demos Gracias. Qué responsabilidad y qué reto adquirimos por ser protagonistas de este acontecimiento eclesial. Un año jubilar que será un gran desafío para cada queretano, una oportunidad de hacer realidad el compromiso de nuestro bautismo, de caminar con paso firme y seguro junto a nuestros pastores. Se trata de trabajar por la Iglesia, en la Iglesia y con la Iglesia. Sólo así podremos construir un mundo diferente, una nación fuerte y rica en valores, un México nuevo y mejor.¡Hablemos claro!








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