Llegó el momento tan esperado para todos los que
formamos esta maravillosa diócesis. Somos parte de esta historia eclesial que
nació hace 150 años con el incansable celo arrollador de nuestros obispos, la
presencia viva y cercana de tantos sacerdotes generosos que han cuidado la grey
confiada en 112 parroquias. La diversidad de carismas de vida activa y
contemplativa que embellecen nuestra comunidad con la presencia de órdenes,
congregaciones e institutos seculares y sin olvidar a todos los laicos
comprometidos en organizaciones, asociaciones y movimientos.
¡Estamos de fiesta! La Iglesia de Cristo se llena
de alegría porque en ese amplio mosaico de la Iglesia, formamos junto con
nuestra diócesis una piedra viva que embellece y da colorido al caminar de la
misión evangelizadora de la Iglesia, como levadura que fermenta y alimenta la
acción activa de cada unos de nosotros. Caminemos dando gracias a Dios,
comprometiéndonos a ese creciente dinamismo evangelizador que nos impulsa el testimonio
de tantos hombres y mujeres para comunicar la buena nueva del evangelio.
¡Estamos de fiesta! Jesucristo nos lo prometió:
“Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). Su cercanía
siempre fresca nos da la seguridad y certeza de que su obra continúa muy a
pesar de nuestras pobres y menguadas fuerzas, por no decir de nuestra torpeza
cuando nos resistimos a su Gracia. Él es el protagonista de esta historia de
amor que inició aquella noche de Belén y culminó en la tarde del Calvario en
una cruz por amor.
¡Estamos de fiesta! Ya se respira en cada hogar,
en cada familia queretana, la alegría de celebrar un aniversario muy particular
en nuestra Iglesia. Pero no sólo se trata de celebrar sino de vibrar, de hacer
realidad el compromiso de trasmitir la
fe que nos han legado esa maravillosa pléyade de apóstoles y verdaderos héroes
que con su testimonio brillan por toda la eternidad. No podemos cruzarnos de
brazos y vivir un acontecimiento más como tantos. Es la hora de Dios que
irrumpe en cada cenáculo familiar para convertirnos en laicos comprometidos de
nuestra Iglesia diocesana. Hagamos que cada uno de nuestros corazones irradie
la paz, contagie la alegría y llene de entusiasmo a nuestro seres queridos.
¡Estamos de fiesta! Al Dios Bueno y Grande, Demos
Gracias. Qué responsabilidad y qué reto adquirimos por ser protagonistas de
este acontecimiento eclesial. Un año jubilar que será un gran desafío para cada
queretano, una oportunidad de hacer realidad el compromiso de nuestro bautismo,
de caminar con paso firme y seguro junto a nuestros pastores. Se trata de
trabajar por la Iglesia, en la Iglesia y con la Iglesia. Sólo así podremos
construir un mundo diferente, una nación fuerte y rica en valores, un México
nuevo y mejor.¡Hablemos claro!
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