El pasado 11 de febrero se cumplía un año de
la renuncia al pontificado del Papa Benedicto XVI, así lo anunciaba a los
señores Cardenales: "Después de haber examinado ante Dios
reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que mis fuerzas,
debido a mi avanzada edad, no se adecuan por más tiempo al ejercicio de mi
Ministerio. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de
Roma y Sucesor de Pedro". La noticia corría como pólvora por todas las
redes sociales y llegaba a todos los rincones del globo terráqueo dejando gran
desconcierto para todos los hombres de Iglesia y en especial para los católicos.
Ese mismo día, el ahora Obispo Emérito de Roma
presidía el consistorio para la canonización de los mártires de Otranto y
eligió ese lugar y ese momento para hacer un anuncio histórico en latín. Así
anunciaba que la Sede de Pedro quedaba vacante desde el 28 de febrero de 2013.
Y unos días más tarde, el 13 de marzo, los cardenales eligieron en cónclave al
Papa Francisco.
Desde entonces, el primer Papa jesuita y
latinoamericano de la historia, no ha dejado de elogiar, admirar y agradecer a
Benedicto XVI, a quien considera como el “abuelo sabio” en la familia de la
Iglesia.
Muchas son las lecciones que nos trajo esta
renuncia y que tanto nos ha enseñado el emérito Papa Benedicto XVI.
Primeramente una Iglesia humilde, donde el talante de su mansedumbre de este
gesto mostró cómo la credibilidad de la Iglesia no se basa ni se fundamenta en
la política y menos en la economía del mundo global, sino de su apego a la
Verdad que es Jesucristo. Además nos enseñó una Iglesia de retos, que
arriesga todo, como dice el Papa Francisco: “prefiero mil veces una Iglesia
accidentada, en vez de una Iglesia encerrada y enferma”. Con el paso de este
año, nuestra época moderna estaba llena de interrogantes, inquietudes y
peligros, pero sabemos que el Espíritu Santo guía la barca de Pedro, donde el
Papa Francisco ha sabido tomar con sencillez las riendas de la Iglesia. Y por
si fuera poco, nos legó una Iglesia creyente, donde
los pronósticos y previsiones del futuro han desconcertados hasta los
incrédulos, porque quien gobierna la Iglesia, no es una persona con nombre y
apellidos, sino la presencia viva y cercana del Hijo Dios, Jesucristo que es el
Camino, la Verdad y la Vida.
Para todos los que formamos la Iglesia nos unimos a
la invitación que el mismo Papa Francisco expresaba en su cuenta de twitter:
“Recemos hoy juntos por Su Santidad Benedicto XVI, un hombre valiente y humilde”. La historia reconocerá este
gesto tan significativo y perpetuará la grandeza de Benedicto XVI que supo ser
y es para muchos, ejemplo vivo de desprendimiento y sencillez. Su gobierno se
transformó en servicio a la comunidad y al Pueblo de Dios.
Ahora en el Monasterio “Mater Ecclesiae”, el
Papa emérito, como un rey exiliado, ha recreado su universo de afectos y
pasiones: los estudios de teología, el rosario recitado con su fiel
secretario-hijo espiritual don Georg (que lo sigue llamando «Santo Padre»), la
convivencia cotidiana con las cuatro Memores Domini que se ocupan del aposento,
la correspondencia, alguna visita y, por supuesto, la música adorada. Sobre
todo Mozart, Bach y Beethoven. Con gran lucidez y discreta forma física, vive
oculto y en oración, inspirándose en la regla benedictina. Cuánto nos enseña en
estos momentos. Gracias, Benedicto XVI. Cuenta con nuestra oración y nuestro
apoyo. ¡Hablemos claro!
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