domingo, 16 de febrero de 2014

A un año de la renuncia de Benedicto XVI

El pasado 11 de febrero se cumplía un año de la renuncia al pontificado del Papa Benedicto XVI, así lo anunciaba a los señores Cardenales: "Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan por más tiempo al ejercicio de mi Ministerio. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de Pedro". La noticia corría como pólvora por todas las redes sociales y llegaba a todos los rincones del globo terráqueo dejando gran desconcierto para todos los hombres de Iglesia y en especial para los católicos.

Ese mismo día, el ahora Obispo Emérito de Roma presidía el consistorio para la canonización de los mártires de Otranto y eligió ese lugar y ese momento para hacer un anuncio histórico en latín. Así anunciaba que la Sede de Pedro quedaba vacante desde el 28 de febrero de 2013. Y unos días más tarde, el 13 de marzo, los cardenales eligieron en cónclave al Papa Francisco.
Desde entonces, el primer Papa jesuita y latinoamericano de la historia, no ha dejado de elogiar, admirar y agradecer a Benedicto XVI, a quien considera como el “abuelo sabio” en la familia de la Iglesia.
Muchas son las lecciones que nos trajo esta renuncia y que tanto nos ha enseñado el emérito Papa Benedicto XVI. Primeramente una Iglesia humilde, donde el talante de su mansedumbre de este gesto mostró cómo la credibilidad de la Iglesia no se basa ni se fundamenta en la política y menos en la economía del mundo global, sino de su apego a la Verdad que es Jesucristo. Además nos enseñó una Iglesia de retos, que arriesga todo, como dice el Papa Francisco: “prefiero mil veces una Iglesia accidentada, en vez de una Iglesia encerrada y enferma”. Con el paso de este año, nuestra época moderna estaba llena de interrogantes, inquietudes y peligros, pero sabemos que el Espíritu Santo guía la barca de Pedro, donde el Papa Francisco ha sabido tomar con sencillez las riendas de la Iglesia. Y por si fuera poco, nos legó una Iglesia creyente, donde los pronósticos y previsiones del futuro han desconcertados hasta los incrédulos, porque quien gobierna la Iglesia, no es una persona con nombre y apellidos, sino la presencia viva y cercana del Hijo Dios, Jesucristo que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Para todos los que formamos la Iglesia nos unimos a la invitación que el mismo Papa Francisco expresaba en su cuenta de twitter: “Recemos hoy juntos por Su Santidad Benedicto XVI, un  hombre valiente y humilde”. La historia reconocerá este gesto tan significativo y perpetuará la grandeza de Benedicto XVI que supo ser y es para muchos, ejemplo vivo de desprendimiento y sencillez. Su gobierno se transformó en servicio a la comunidad y al Pueblo de Dios.
Ahora en el Monasterio “Mater Ecclesiae”, el Papa emérito, como un rey exiliado, ha recreado su universo de afectos y pasiones: los estudios de teología, el rosario recitado con su fiel secretario-hijo espiritual don Georg (que lo sigue llamando «Santo Padre»), la convivencia cotidiana con las cuatro Memores Domini que se ocupan del aposento, la correspondencia, alguna visita y, por supuesto, la música adorada. Sobre todo Mozart, Bach y Beethoven. Con gran lucidez y discreta forma física, vive oculto y en oración, inspirándose en la regla benedictina. Cuánto nos enseña en estos momentos. Gracias, Benedicto XVI. Cuenta con nuestra oración y nuestro apoyo. ¡Hablemos claro!


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